Se come para dejar de sufrir.
También para no pensar.
Para adquirir placer y darse lo que en otros aspectos no se obtiene.
Para complacer a otros.
Para no ver lo que realmente hace falta.
Para entretenerse y no atender las emociones que provocan el deseo de comer.
Para calmar la ansiedad.
Para calmar la agresividad interna.
Por falta de placeres sensoriales.
Por emociones negativas no reconocidas o crónicas.
Ver la conexión emocional con este acto natural y cotidiano ayudará a encontrar formas que permitan tener una alimentación favorable a cada persona y así lograr tener un peso adecuado a su condición y actividad. Son muchas las recetas que se buscan y muchas de ellas solo atienden a razones externas que favorecen la apariencia, terminando en resultados frustrantes. Revisar las formas en que nos alimentamos y lo que nos conduce a hacerlo de la forma en que lo acostumbramos es otro aspecto del autoconocimiento que redundará en salud, armonía y bienestar con buenos hábitos.
Toda esta información es muy importante, pero lo es más, el hecho de que nos interese profundizar y atendernos de manera comprometida. No solo para lograr tener un lugar en el entorno en que vivimos, eso ha de pasar a segundo término, sino para lograr mayor aceptación personal, mas confianza, mas seguridad, menor dependencia y una vida en plenitud.
Amelia Camacho Guerrero.
20 Julio 2014.