La experiencia humana que disfrutamos contiene una inmensa variedad de impresiones y todas ellas las percibimos en cantidad y calidad diferentes.
Cada persona observa, percibe y significa de acuerdo a su nivel de consciencia y debido a ello vive o hacia adentro o hacia afuera. Esto quiere decir que su atención se centra en los eventos externos o en interior de si mismo.
Por eso puede experimentar una vida pública ya que ésta depende de la atención obtenida de los demás y todo lo que hace será para complacer y satisfacer la opinión de todos.
La vida interior, la vida íntima es la que contiene todo aquello que guardamos en lo más profundo y que no es visible para nadie, solo nosotros podemos acceder a ella.
Ahí se encuentran sueños, pensamientos, sentimientos, anhelos, dolores, tristezas, alegrías, emociones, que no compartimos con nadie y en ocasiones ni siquiera nosotros mismos reconocemos.
Es la vida íntima la vida llena de verdad, nuestra verdad. Es ahí donde se forjan las respuestas que damos a las impresiones que cotidianamente recibimos. Respuestas que en ocasiones no comprendemos de dónde salen pero que tienen origen en el interior de uno mismo.
Entrar ahí es conocernos y honrar lo que se encuentre, reconocerlo y en la intimidad de nuestro ser verlo con toda la aceptación posible. Nadie tiene porque compartir esta experiencia porque dejaría de ser íntima.
Este es un asomo a lo propio, a lo que solo uno sabe.
No sentir temor, vamos solos y paradogicamente vamos más acompañados que nunca. Nuestro ser protege esta experiencia.
Amelia Camacho Guerrero.
19 noviembre 2019