La riqueza que perdura.

Contar monedas y pertenencias es más fácil que darse cuenta de la inmensa valía que tiene cada persona en la vida.

Contar la fortuna de que se disfruta diariamente requiere de hacer a un lado aprendizajes y condicionamientos anclados en la mente, de forma que han ocultado la visión de la consciencia para percibir lo que, de manera intangible, llena la vida de todo lo que le da sentido y dirección a nuestras acciones.

Lo que nos mueve a cada momento viene del interior y es tan valioso que no tiene precio.    La consciencia puede darse cuenta del valor de la vida y de su propósito, de lo que somos capaces de hacer.    Parecería algo común y no lo es.   Dar por sentado que nos percatamos de cada función de nuestro cuerpo, de los cinco sentidos, de cada movimiento, de los huesos que sostienen el cuerpo, de la sensibilidad de la piel y de todo lo que representa la oportunidad de tener la experiencia humana es ignorar lo más importante que la divina presencia nos dio para vivir en este mundo.

Descubrir lo mucho que hay en cada uno, conocer las facultades y destrezas que somos capaces de manifestar,expresar lo más sublime que hay en el interior y poderlo dar a otros seres reconociendolos cuando se reconoce al propio ser esencial para la evolución de la especie humana. 

Las circunstancias del escenario personal ofrecen diferentes alternativas para valorar todo lo que nos rodea.  Las personas, las relaciones, los logros, el amor, el servicio, la familia, el poder hacer hasta lo más insignificante y darnos cuenta de ello, conocer las emociones que emanamos y que llenan la existencia de pensamientos y sentimientos humanos reducen la ignorancia y acrecentan la consciencia. 

Gracias a eso comprendemos la luz y la oscuridad y somos capaces de elegir y tomar responsabilidad de la experiencia vivida. 


Amelia Camacho Guerrero. 

23 julio 2018.