El estado de felicidad procede del mundo interno, ahí donde se vive todo. Ilusiones, desilusiones, alegrías, amores, relaciones, emociones, todas las formas en que se percibe la realidad circundante, las impresiones que cotidianamente recibimos y nos nutren, todo absolutamente todo se vive en el interior de cada uno.
De todo ello depende el estado en que experimentamos la vida.
La felicidad, por tanto, es el resultado de como se interpretan los eventos y lo que sucede afuera. A nosotros nunca nos pasa nada, todo viene de percepción, interpretación y significación de lo que vemos. Comprender esto nos aleja de la necesidad de buscar responsables de nuestros estados de ánimo. Por supuesto que cuidar el interior se convierte en un objetivo primordial en nuestro desarrollo. Así damos importancia a el desarrollo psicológico que permite que podamos asumir la respuesta que ofrecemos a cada momento en la experiencia de vida.
Seamos cada vez más conscientes de que la felicidad o lo que deseemos experimentar es una decisión propia para así no ceder el poder personal a nada ni a nadie.
Este estado no depende de lo que tenemos o de lo que hacemos, ni la alegría y disfrute está en manos de cosa alguna. Es la consciencia de lo que somos la que hará que recuperemos el poder interior que nos pertenece y que por inconsciencia damos a personas, animales, cosas, logros, eventos y situaciones.
Nada tiene el poder de hacerte sentir la felicidad que tú no quieras vivir. Nada ni nadie tiene en sus manos el amor que esperas, eres solo tu el dueño de todos estos tesoros.
Toma consciencia de esto para que, como dueño de todo esto, decidas compartir y entregarlo con generosidad y sin expectativas de recompensa.
Sea este año un tiempo de fuerza y poder interior lleno de las infinitas experiencias que tú ser tiene para ti.
Amelia Camacho Guerrero.
5 enero 2020.