Final de año.


La vida nos da infinitas oportunidades para encontrarnos con muchas personas que siempre nos ofrecen experiencias y relaciones que dan aprendizaje y estímulos para conocernos y llegar al centro de nosotros mismos.

No siempre nos damos cuenta del propósito de cada encuentro, pero lo veamos o no, todo encuentro cumple con un sentido y una razón.

Cada presencia y cada ausencia deja en nosotros una lección, una huella. Todo depende de la interpretación que damos a cada evento, a cada situación vivida. Nada es insignificante. Nada está de más.

Todo guarda una relación con el programa y propósito individual de cada existencia, de cada experiencia en este proceso evolutivo de todos los seres humanos que habitamos este planeta.

No es sencillo para muchos comprender esto porque los estados emocionales motivados por las formas de pensamiento aprendidas y por los condicionamientos del sistema en que hemos vivido, conducen a respuestas movidas por la inconsciencia y la falta de conocimiento de lo que realmente somos.

Para todos, el desarrollo de la consciencia ayudaría a transitar este camino de cambios y evolución humana.

Atender a esta necesidad es prioritario y hemos de favorecer al crecimiento y educación consciente para que cada persona pueda vivir en aceptación de los cambios que afectan la armonía que queremos ver manifestada en la realidad cotidiana.

La pandemia, los decesos, los cambios de condiciones en el campo laboral y familiar no son aspectos menores en este tiempo y por supuesto que los buenos deseos que nos llenan en ésta temporada han de prolongarse día a día para que nuestros pensamientos y emociones sean expresados en la vida real.

Concentremos nuestra energía y nuestra consciencia en la creación de lo que queremos, en lo que, desde el más elevado deseo que podemos crear con la fuerza más poderosa que emana nuestro corazón: el amor, sean visibles y hagan de la experiencia humana la expresión del ser que somos.


Amelia Camacho Guerrero.

14 diciembre 2022.