Estamos invadidos de expresiones que despiertan, lo que en el interior, clama por ser oído. No todo es para el bien de muchos. Mucho es lo que representa algo, que es para ser escuchado por cada persona y que ahora, en otras voces, se convierte en la voz colectiva. Una voz que grita la inconformidad, la molestia, la desilusión, la frustración en la que se ha vivido. El desamparo, el abandono, la falta de amor y todo lo que un ser en inconsciencia puede experimentar.
La gran necesidad de todos por vivir bien, por tener lo necesario, por encontrar el orden interior y exterior y así llegar a la armonía que produzca la interacción de todos en un objetivo común que beneficie a la humanidad, provoca la explosión de ideas y de palabras cargadas de emoción y de una intensidad que contagia y que hace que la realidad sea matizada con todo lo escondido.
La creación que todos hacemos es una mezcla de pensamientos que, no son todos propios, pertenecen a todas esas fuentes de información que nos llegan por las diferentes vías a las que accedemos. La imagen que ilustra esto, lo representa. Las fuentes de información no son tan confiables y no se verifican, y sin embargo producen respuestas que exaltan el odio, el coraje, la insatisfacción que cada uno tenga.
Voltear al interior, revisar la propia vida, pensar por uno mismo es indispensable.
El mundo ha vivido cambios todo el tiempo, nunca ha estado inmóvil y seguirá en movimiento. Tiene que ser así para que la evolución continúe. Es algo que no se detiene. Muchas cosas se desacomodan para tomar su justo lugar y esto es muy incómodo para quien quiere estabilidad.
Fluir con la realidad es un mensaje muy repetido y poco comprendido. Vivir el presente es también algo que de manera mecánica está en muchas bocas pero en pocas consciencias.
El escenario externo se mueve con voluntades ajenas, el escenario interno nos pertenece y lo movemos nosotros.
Amelia Camacho Guerrero.
9 Enero 2017.