El juzgado y el que juzga.


Vivir con creencias equivocadas es la razón por la que la tortura y el castigo existen en la vida de muchas personas.

La raíz del sufrimiento que acosa a las personas es la misma que proviene de una forma de pensar que se sustenta en la idea de que alguien externo observa y califica los actos que cada uno realiza.

El comportamiento humano es conocido y visto por cada uno y de esa manera somos el observador y los actos que observamos, somos nosotros los que con el contenido de nuestra bolsa, con todo aprendido y guardado en la memoria, medimos y calificamos nuestras acciones.

Somos nosotros los que nos castigamos y los que pensamos y creemos que merecemos el sufrimiento y la carga de lo que creemos que, bajo nuestro juicio, merece lo que vivimos. 

Somos muy severos con nosotros mismos.  Las creencias que sostienen estas ideas fueron incorporadas en nuestra vida por el mundo externo.  La religión es y ha sido una fuente para ésta forma de vivir.

Liberarnos de la culpa, del juicio y del autocastigo requiere de un cambio profundo en la manera de pensar, de una metanoia, una transformación que solo la consciencia que nos recuerda quienes somos puede lograr.

Nadie nos juzga y nadie tampoco nos castiga, solo nosotros mismos.

Tampoco resulta muy sencillo pensar que podemos dejar de castigarnos. Aprendimos bajo un régimen de premios y castigos y salir de ese esquema necesita de una transformación interna que conecta con el ser que somos y con un nivel espiritual que sabe que todo lo hecho no ha sido más que producto de el experimento que venimos a hacer en esta dimensión. 

Es hasta que recordamos, que nos damos cuenta de que todo nos condujo a experiencia y aprendizaje, para volver a nosotros mismos y reconocemos lo que es nuestro ser. Lo que es nuestra esencia.

Veremos la fuente del sufrimiento y sus raíces.

Es un avance en el proceso evolutivo. Es una parte muy importante en el acercamiento a nuestro ser.


Amelia Camacho Guerrero 

11 agosto 2024.