Tener un hijo es despertar al amor en una sublime forma de expresión. Crecemos cuando un hijo llega a nuestra vida. Conocemos la maternidad gracias a los seres que llegan a este mundo dándonos la oportunidad de experimentar la expresión del amor de una manera diferente a las muchas en que el amor se expresa.
Hemos vivido el amor a lo largo de nuestra vida y las formas de verlo varían de acuerdo a la capacidad de amar que vamos desplegando en todas nuestras relaciones. Antes de tener hijos hemos tenido familia y amigos personas que te han invitado con su presencia a vivir el amor en otras formas. La práctica está siempre presente. Todo nos enseña a amar. Siempre estamos amando y todo nos prepara en el divino experimento del amor que nunca cesa. Al principio se cuantifica y se mide, se posee, se compara y se especifica, se entrega de maneras exclusivas, se pelea, se exige, se niega y todo esto es para aprender formas cada vez mas incluyentes y mas universales.
La llegada de un hijo será siempre una invitación a un amor mas generoso, mas intenso, mas consciente. Por ello ese amor despierta esta poderosa fuerza de forma determinante y nos llena del asombro que provoca el sentirlo y vivirlo de las mas insospechadas formas. Es un impacto directo al alma y al corazón. Es el regalo de Dios al ser que somos.
Vivir el amor de una madre con todo lo que ello implica es darnos cuenta de lo mucho que hay que aprender para valorarlo. No somos tan conscientes de esto y muchas veces no recordamos lo que una mujer, nuestra madre, vivió para que nosotros pudiéramos tener la experiencia humana que hoy vivimos. Todo ha sido siempre para aprender a amar y si hoy podemos valorar la maternidad hemos de tener presente el camino recorrido.
Felicidades hoy a las muchas mujeres que son madres, a las que eligieron serlo adoptando a niños que no son propios, a las que sin tener hijos manifiestan su amor a los hijos de otras mujeres permitiéndose aprender a amarlos para saber de este amor. Felicidades también a las que por cualquier razón no tienen hijos pero que no dejan de amar y no dejan de ser receptoras del amor que comparten de mil maneras con todos los que les rodean.
Felicidades especiales a todas aquellas que ya no están con nosotros, pero que dejaron indelebles huellas de amor a su paso por este mundo, tatuando con ello nuestro corazón con sus besos y sus caricias, con sus miradas, con sus palabras y sus manos siempre dispuestas a envolvernos con amor y ternura incomparable.
Amelia Camacho Guerrero.
9 Mayo 2016.