Atender a las emociones.

Ya que vivimos en relación permanente con las emociones, hemos de darnos cuenta de la gran importancia que tienen en la experiencia que cada uno tiene. Son ellas las que dan pegamento a cada momento que vivimos. Muchas veces no recordamos los eventos vividos pero si recordamos lo que sentimos, la emoción y ello trae a nuestra memoria lo demás. 

Son las emociones un cumulo de sensaciones que nos conectan con la realidad que hemos experimentado.

Por esa razón la observación de ellas nos da información de la forma en que vivimos y la manera en que procesamos cada evento.

No hemos sido educados para vivir las emociones con aceptación y naturalidad, aprendimos a esconderlas, a reprimirlas, a negarlas, más no a interpretarlas con aceptación.  Por ello carecemos de la habilidad para conocernos a través de ellas.

No crecemos madurando en relación a lo que sentimos. No aprendimos a verlas a la cara y a conducirlas adecuadamente. Nos ha dado miedo sentir, porque no sabemos que hacer con ellas.

Son un tesoro de la vida humana. Aprender a verlas, a sentirlas y escuchar su mensaje, a reconocerlas es el equivalente a crecer y dejar de ser los niños berrinchudos que se expresan sin argumentos inteligentes que sustituyan los dramas emocionales que llenan la vida cotidiana de problemas.

Adquirir madurez emocional significa que somos capaces de conducir nuestras emociones y que no dejamos que nos domine un estado emocional bloqueando así la relación entre mente y emoción.

Podemos sentir pero al mismo tiempo podemos pensar y actuar conscientemente facilitandonos la interacción y buena comunicación con los demás.

Convertirnos en adultos que asumen sus respuestas emocionales con la inteligencia que nace de la responsabilidad que cada persona toma por lo que vive y experimenta.

Al conectar con las emociones también conectamos con la parte intelectual que facilita ,a través de la palabra, la comunicación y la expresión de lo que en el interior sucede dando paso al desarrollo de la madurez lingüística que abre paso a la oportunidad de conocernos y aceptarnos tal como somos.

Podremos hablar y explicarnos sin miedo ni evasión de lo que sentimos, de las emociones que ahora podremos conducir y asumir con responsabilidad.

La coherencia requiere de atención en el pensamiento, emoción y acción y las tres necesitan de madurez intelectual, emocional y motriz. Todo está ligado.


Amelia Camacho Guerrero.

9 enero 2022.