Agradecimiento.

Agradecer es un acto de consciencia que solo aquellos que valoran lo que reciben pueden ofrecer. Podemos pensar que todos pueden hacerlo,  más no es así.

El agradecimiento brota del corazón, de un aprecio y valores aprendidos que están acompañados de humildad y sencillez. Nadie con actitud soberbia será capaz de manifestar un agradecimiento sincero y honesto.

Es un acto de amor.  Es la muestra personal de todo lo que se vive y es reflejo de la esencia del ser humano.

Valorar la infinidad de cosas que se disfrutan día a día es reconocer las muchas manos que participan en el bienestar que gozamos momento a momento.

Hay miles de cosas que agradecer y es bueno no dar por sentado nada. Es indispensable observar con atención todo lo que llega a nuestras manos. 

La buena voluntad de las personas que nos rodean ofrecen ayudas invaluables que en muchas ocasiones no son apreciadas en su justa medida. 

Nadie tiene obligación de dar nada, muchas veces la generosidad es interpretada de forma equivocada. Dar por amor,  por consciencia, porque se quiere no es común.

Dar por obligación genera cargas que tarde que temprano pesan y producen deudas que más tarde se cobran o se tienen que pagar. Dar sin esperar recompensas solo sucede cuando es la consciencia la que guía estos actos de generosidad.

Recibir en consciencia es algo que todos debiéramos aprender para expresar agradecimiento por todo lo se nos da aprendiendo a dar también en la misma medida que recibimos.

Decir gracias por costumbre o por hábito no es igual a decirlo porque se comprende el sublime acto de dar y recibir.

Vivir en un estado permanente de atención para íntimamente sentir aprecio cotidiano por todo es un objetivo que nos favorece a crecer como seres humanos.


Amelia Camacho Guerrero.

9 agosto 2019.